Lo de Luciana Jury fue realmente maravilloso, ya que cautivó al público sola con su guitarra y respaldada por una magnífica puesta en escena. Horacio Banegas, Chango Rodríguez, Gabo Ferro, el joven Kike Oyola y hasta ella misma fueron los autores que interpretó con gran personalidad.
Los Carabajal recibieron el gran cariño del público que agradeció cada clásico santiagueño desde Puente Carretero hasta Entre a mi pago sin golpear. En el medio, invitaron a Los Nocheros para otra ronda de zamba y chacareras. Luego llegó Leandro Lovato con su violín y estrenó El Salvaje, y el mencionado Pachi Herrera con su charango, quien brindó un show redondito que tuvo de todo: Bailecito de los yuyos junto al Ballet de la Escuela Municipal de Folklore, un homenaje a Ricardo Vilca con el Pachi tocando bien cerca del público el himno Guanuqueando acompañado por unas visuales bellísimas y el cierre a pura fiesta andina.
Para destacar también lo de Duratierra, que tuvo su regreso al festival tras varios años. Presentaron el disco A los amores, en el que evocan el sonido característico de los Hermanos Ábalos, con piano, bombo y guitarra. La voz de Micaela Vita se lució en la zamba Mudanza y junto a Raly Barrionuevo en la enternecedora Te miré por vez primera. En el cierre, lanzaron un manifiesto a favor de la diversidad en respuesta a las últimas posturas de representantes del gobierno nacional. “No hay tiempo para tibiezas”, lanzó Vita para dar paso a la chacarera La del pueblo junto a Valen Bonetto. Toda una declaración de principios.
Pero lo más sorprendente de esta sexta luna fue el estallido que se produjo cerca de las tres de la mañana cuando La Delio Valdez pisó por segunda vez el escenario Atahualpa Yupanqui. Bastaron dos acordes de La cancioncita para que toda la plaza se ponga de pie y comience a bailar esa cumbia de raíz tocada en formato orquesta y con un sonido absolutamente original que el público tomó como propio. Poco le importó a toda esa plaza la discusión de qué es y no es folklore: allí se podían ver hijos, padres y abuelos, algunos con ponchos y otros con brillos, bailando al ritmo de genuinos sonidos latinoamericanos. Hasta se dieron el lujo de presentar un bloque chamamecero promediando el show junto a los Hermanos Núñez (Entre amigos y traguitos cortos) que le dio un toque distintivo. El final fue a puro agite con promesa de regreso.