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Jairo
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Los Nocheros
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Jairo
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Leandro Lovato
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Con un cielo amenazante, llegaba el final de la 54° edición del festival. El Himno a Cosquín, con un carnavalito precediendo el grito y arenga, lanzaban la novena y última luna.
El primer número estuvo a cargo de Jairo y su inconfundible voz, que entonó “Gracias a la vida”, mitad en francés y mitad en castellano. Invitó luego al entrañable Luis Landriscina al escenario, junto a quien recordó escenas de su amistad, para dedicarle “Lamento del Indio Chaco”. Más tarde interpretó “Carpintería José”, “El ferroviario”, y una versión extendida de “Indio toba” con un interludio de percusión en el que el artista tocó un yembé. Despidiéndose con “Chacarera de las Piedras”, el cordobés recogió el cálido aplauso del público.
Desde Formosa, haciendo su debut, los jóvenes Pilcomayo tocaron una zamba justamente dedicada al río que le da nombre al conjunto. Más tarde Claudio Tais, de Salta, cantó “Zamba para no morir”, una original serenata, y finalizó con “Borrando fronteras”. A continuación, Pancho Araya tocaba temas de su propia autoría y culminaba con “Y así te vas”.
Cerrando el ciclo de homenajes a grandes mujeres de la música latinoamericana, el tributo volvió a argentina para evocar a Nelly Omar, recientemente fallecida.
Tubo Moya nos acercaba ritmos riojanos, para luego dejarnos en compañía de Leandro Lovato. El eximio violinista brilló con sus chacareras, y entre dedicatorias a Sixto Palavecino y Tamara Castro, interpretó una zamba llena de virtuosismo y un tango final bajo la lluvia que le costó una buena parte de las cerdas de su arco.
Brevemente, Alan Guillén subía al escenario con su acordeón tocando chamamés del Chaco, Viviana Gonzáles cantaba “De mi esencia”, y Nahuel mostraba su zamba “Aroma a yuyito”.
A continuación se entregaron los premios al mejor artesano de la plaza, y los mayores reconocimientos del festival: el premio revelación fue para Jorge Márquez, el cantor de tangos de La Matanza, y la Consagración fue para Lázaro Caballero.
El paisano Omar Moreno Palacio tocó sus milongas y chamarritas, y cuando la lluvia se puso intensa el grupo Amboé subió al Atahualpa Yupanqui para darle una “sobredosis de chamamé” a los valientes que seguían coreando en la plaza.
Llegaban los Cuatro de Córdoba, que abriendo con “Del norte cordobés”, repasaron también “Los cordobeses somos fiesteros” para subrayar la localía del conjunto. A propósito de “Mi virgencita de Urkupiña”, comentaron lo bien que vendría un cese de la lluvia, pero sin importar demasiado siguieron con “La vida va”, y “Mire qué lindo mi país, paisano” a modo de bis. Antes de despedirse, la comisión le entregó el Camín de Oro, máximo galardón del festival.
Continuando la serie cordobesa, La Barra traía un intenso interludio de cuarteto, muy esperado por gran parte de la plaza, y luego los Cuatro de Salta preparaban el terreno para sus co-provincianos.
Llegaban así Los Nocheros, que con una sorpresiva introducción de rap, aparecieron con “Chacarera del rancho”, para dar comienzo al último número de la velada.
Asediado por la lluvia, el final de una intensa serie que nos hizo transitar por las más variadas propuestas en torno a la música nacional, y de los países hermanos de la patria grande, nos deja el hermoso recuerdo de un festival inolvidable lleno de talentos y emociones.
LO MEJOR DE LA NOCHE
El carisma y la calidad musical de Leandro Lovato, que deleitó con su incansable violín y se acercó genuinamente al público para transmitir su vibrante talento.
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