La serpenteante Cuesta del Portezuelo, inmortalizada por Polo Giménez en la zamba "Paisaje de Catamarca":
"Mirando abajo parece un sueño
un pueblito aquí y otro más allá
y un camino largo que baja y se pierde...".
Un hermoso camino de cornisa que bordea, de un lado, profundos precipicios y, del otro, la montaña. Es la vieja huella de la sierra utilizada para unir, desde la época de la conquista, los pueblos y estancias del este con Santiago del Estero. La Cuesta del Portezuelo es una extraordinaria obra de ingeniería vial: piedra calzada y piso compactado y pavimentado. En audaz faldeo, la RP 42 salva 1.000 m. de desnivel a lo largo de 17 km. de ascenso continuo, hasta alcanzar los 1.680 m.s.n.m. en el Alto del Portezuelo. En sus descansos, impecables balcones ofrecen magníficas vistas del valle profundo surcado por el Río Paclín, que se pierde en arenales; el verde que da paso a los llanos riojanos hacia el sur; las cumbres de la Sierra de Ambato, atrás; las nubes a centímetros y siempre algún cóndor planeando. Allí abajo está San Fernando del Valle de Catamarca, rodeada de un árido paisaje de cactáceas que cambia repentinamente a una vegetación mucho más tupida y verde. Es la zona de los pequeños valles de altura, donde se refugian los catamarqueños cuando el calor sofoca en la capital.
Fuente: agendaturismo.com.ar
Desde la Cuesta del Portezuelo,
mirando abajo parece un sueño:
un pueblito aquí, otro más allá
y un camino largo que baja y se pierde.
Hay un ranchito sembrao de higueras
y bajo un tala durmiendo un perro.
Y, al atardecer, cuando baja el sol,
una majadita volviendo del cerro.
Paisaje de Catamarca
con mil distintos tonos de verde:
un pueblito aquí, otro más allá
y un camino largo que baja y se pierde.
Con una escoba de pichanilla
una chinita barriendo un patio.
Y sobre el nogal, centenario ya,
se oye un chalchalero que ensaya su canto.
Y ahí, en la villa del Portezuelo,
con sus costumbres tan provincianas:
el cañizo aquí, el tabaco allá
y en las sogas cuelgan quesillos de cabra.
